martes, 27 de noviembre de 2012

Los antitéticos

Un texto duro, real, homicida. Un texto de la mundanidad sinverguenza.
Un texto proclive para generar discusiones vitales, sí la intencionalidad es cosa manifiesta. O no. Pero nunca supone que quería omitirlo.

Y las pulsiones de concordancia se oscurecen rápidamente a premeditarse los acontecimientos.


Me desaprendo de los demás, y adquiero los quiebres emocionales de la pureza. Y siempre hay quienes se deleitan con la maldad y ya no importa el grado de superioridad devengado. Sólo se detecta lo que no se supone, prueba indiciaria de la arbitrariedad.


Pero el asco de los traidores me apena, me desangra y repulsa. Sucede inoportunamente.

Cómo cuando los amantes se juran verdad y se establecen la posibilidad certera del otro.

Andarse con otros y sí, prefieren. Andarse y no temerse a equivocarse.

Especie de dignidad no resarcible con algunas de mis pasiones. Pero diría homicida.

Omnisciente de los encontronazos con los déspotas. Ni siquiera de la mafia ocultista. Que se sepa. Los que andan sueltos y sin tapujos.

Barómetros de la inconsistencia.

Acorde al déficit y sin despliegue.




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