martes, 21 de mayo de 2013

Muchacho, riqueza y solitariedad

Hay gente. Es imposible que pueda intimarme con vos.
Hay gente. Lo sabés. Y es preciso determinarme, distinguir quién favorece a la riqueza.

¿De qué manera, con qué intenciones, y por qué? ¿Con qué individualidad se aparece Dios?. Indicio. Prueba. Error.


Este tipo de realizaciones, de precisar conceptos, de jerarquizar la riqueza, suponiendo distinciones sociales reales y legítimas, ya lo hemos hecho en un nivel de observación agradable para los sentidos, pero indudablemente faltante de razón para la mente. Ciencia del hablar. Y no me place amarte, no. Sin la necesaria reciprocidad de tu alma. Pecado capital del amor. Tormentoso. Frenético. Altivo.


Es imposible entonces que pueda enriquecerme de conocimiento a la distancia abismal del infinito. No es un dato aparente de la realidad, es un dato palpable y sin conjeturas del mundo. 


Superficial sería aceptar algún tipo de condolencia cuando morimos por la simple circunstancia de esgrimir verdades. No quisiera una riqueza obligada a otorgar deseos por el simple esplendor de los cuerpos. 


De esta manera no me place amarte. Realmente, no me place amarte. Sin saber de otros mundos, de otra belleza, sin la honestidad de los amantes, experiencia sin resultados, sin historia.

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