sábado, 22 de junio de 2013

Sobre los Líderes

En una instancia cualquiera, alguien qué por así decirlo, vendría a sustituir un cambio rotundo de humanidad, al menos en el modo de plantear los aspectos centrales de la misma, no tendría ni por asomo, porque considerarse parte constitutiva de la misma.
Humanidad precaria y disolutiva del concepto mismo de humanidad. 
Y ni tampoco debería obtenerse para sí, el paradigma del margen de error.

¿Y en qué sentido podría interpretarse tamaña consideración, cuando una y otra vez, líderes de cualquier raigambre o talante, dicen ahondar los mayores preceptos para el sosiego humano, incluido los morales, la felicidad plena; esa felicidad, escindida de la coyuntura histórica, el modo arbitrario casi de la felicidad, pero desbarrancando turbiamente por el orden disciplinario  y falaz que los propios sistemas de vida imponen? 

¿ Y porque entonces, los líderes, aquellos que dimiten sus fuerzas, desviando o argumentando astutamente, en provecho de las distintas situaciones prácticas del mundo, que se desarrollan y adquieren propia autonomía de sí misma, pero que no concuerdan con el bien común, sino, con la manutención de su propio capital humano. Simbólicamente, el líder ofreciendo las respuestas adecuadas y necesarias que las constelaciones humanas demandan . 

Es evidente que cumplimentan un rol social. Función, sistema y discreccionalidad de las ideas. Y el mundo goza su fin. Nueva instancia, nueva movilidad social y el cielo toca su concepto.

Los líderes se proporcionan casi al unísono de las masas. Teoría del desenlace inhóspito, que para algunos, cuando se encuentran en incongruencia de los vectores sociales más legítimos, se les produce el espanto, la repetición.


El proceso de obnubilarse frente a los momentos tangenciales de la vida.

Pero importa el liderazgo por sobre cualquier cataclismo. Importa la humanidad, el ego. 

El criterio de diversificar la confianza. Captar la demanda de progreso correcto y transmutar. 


Y sí fuera líder no haría el mundo. Lo distanciaría del fiel reflejo de la historia. Haría otra cosa. Desbarrancaría por los pántanos imaginarios y desaprensivos del dinero. Denunciaría.


Denunciaría al tiempo vivido y a los cosmopolitas. Capaces de observar al líder indiscutido, pero propios de lamentarse ninguna visión de Dios.

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