domingo, 22 de septiembre de 2013

Llorarse en el Cuerpo

Me dijiste que te gustaba la guerra y yo no sabría como convencerte.
Que esgrimías verdades, a propósito del pedido de crueldad en tu corazón. 

Pero yo amaba. Amaba terriblemente. Y entonces es ahí cuando no entiendo la tristeza de este mundo.


Soportando liviandades de los que comunican implicancias de terceros.

Como sí fuera cierto. Como sí fueras la autoridad parada frente al infierno.

Pero la verdad, el modo alguno del mundo, no tiene precio.

Ni la sobria delicadeza que razonaras una decisión política y la elucubrarás por tu cuenta.

Y aunque nadaras una distancia bestial en los sentimientos, la cosa se te arropa en la sangre. La cosa solidificando al estigma y el arrastre por la mercancía. 


Pienso que te lloras porque sí. Porque si supieras del amor innato, enmudecerías por tus palabras. Por la solitaria insignificancia de algunos hipócritas.

Entonces creerte en el cuerpo, legitimado en alguna mentira, condice con la necesaria relación de la historia.


Por la propia falsedad de la existencia. Acaso por la insistencia, intuición extrapolada de mí. La conveniencia por la paz.



lunes, 16 de septiembre de 2013

Cuadernos de la Necesidad

Tendría que decirte por obvias razones, que tú personalidad esta desacreditada totalmente por fuera y dentro de nosotros.

Algunos modos tuyos, se escapan de los actos nobles y no hacen honor a la realidad social donde se legitima el mundo. 

Por tanto, el desagrado producido en vastos sectores del ecosistema crítico, plano, rector y conducente de la vida humana, donde las razones que otorgan la guerra, la intemperancia y esa cosa común del mundo entero, no omiten mentirte por no tener lenguaje.

Y en este sentido, ausentarme de dichas explicaciones no sirve. O acaso si, al menos para que sientas la felicidad que se supone quité.

De tus coetáneos, de tus amores, de las cosas necesarias y perdurables que hacen de tu esplendor.

Y aunque no lo creas, sueños de unos y otros se irán restableciendo y dinamitando cómo cualquier idea que sufre del tiempo.

Resurrección, la vida y la muerte; notables algoritmos de la existencia humana, se encuadran sin querer, en las simbólicas pasiones del Mundo.
Moldeadas bajo el módico fragor de los nombres, que sin Dios hermoso (inexistente), objetado por amor abstracto, se infiltra en los cielos, adquiriendo la sabiduría de los restantes. Aura. Dignidad. Relámpago. 

y entonces admito el Amor por el dinero. Pero acorde a las imperfecciones que me impone el Mundo. 

Como esas otras tantas imperfecciones que se suponen verdaderas y no lo son, resbalando en los lomos de los caballos corruptos, envenenándolo todo, a cuesta de un mundo que se horroriza de sí mismo.

A permiso de mí alma, siento el desprecio por aquellos que sincronizan lo perfecto. Pensando de la sinceridad y lo correcto, de simular pasiones adquisitivas. 

Doblegando hasta el hartazgo las pobres ideas del Bien, que carcomida por los inútiles, otorgan razón y legitimación a las huestes de lo perverso, cínico.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Los Provocadores de la Misericordia

Justamente cuando percibía el tipo de indicación no palpable para mis ojos, se produjo el convencimiento. Mi alma sometida al grueso desterramiento de las circunstancias, desvaneció a lo imprevisible.

Una tristeza imposibilitada de explicación, que inoperaba la navegación de mí mente, claudicó frente a los marginadores intemperantes del Mal. 


Entonces era obtuso aceptarme liquidado en vida cuando más de una vez, habíamos consumado el hecho.


Pero lo grave de atajarme en consideraciones disímiles, cuando decía que las decisiones que involucran cuestiones personales de índole al Mundo, no se cooptan porque sí, sino que se legitiman en sustancia, para beneficio propio de algún restante. 


Y acaso si soñabas el mal, yo no quería dañarte. No quería involucrarte en ideas que al beneplácito de los contemporáneos, son infantiles por naturaleza.


Quería amarte. Quería en términos desaprensivos, la liviandad de cortarme las venas y amarte. Extinguirme cuando lo diga el mundo y flashearte. A posteriori, flashearte.



sábado, 7 de septiembre de 2013

El Príncipe, con los amigos del diablo

Cuentan que surgió un malentendido. Y por lo visto, de difícil solución.

Fruncir el ceño frente a motivos adversos no implica catalogar el vuelo altivo de uno mismo. Implica razonar el perjuicio generado sobre las distintas generaciones que sin necesidad de ser, toman el mando y se liquidan.

Pero ahora se presume que focalizar, ahondar sobre las distintas versiones de un mismo paradigma, denota sin querer, posiciones no resolutivas de la historia.

Amarse con toda Propiedad. Amarse con total sinceridad de mundo no articula decir; La realización de un Bien, por encima de las jerarquías. Excepto en la etapa crucial del enamoramiento, donde el calor candente de las pasiones, llevan de por sí, la moldura inevitable del Amor.

Pero no el Amor del Príncipe con los sujetos del Diablo. Y entonces fruncir el ceño se contamina como la ficción a la realidad.

Y el malentendido tiene como base de argumentación, creer en lo propio como deseo irrealizable hacia la totalidad de un mundo entero.

¿Entonces qué? ¿ el diablo de la astucia contra el servil destino del amo?

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Rencor del Amor Sobrio

Pero entonces fuimos amantes mucho tiempo, al paso de alguna necesidad del mundo. Sin nada de dinero para mentirnos como esa obligación qué impone, valor social cambiante y disruptivo.

Aprendía sexualmente el amor de los sujetos libres, de aquellos que se ofrecen al cielo, dilucidando guerras y conveniencias.


Negaba también las diferencias, practicando cualquier moral de clase, a gusto de las ideas subliminales, acaso para caerte más en gracia, humanismo y celos de la avaricia.

Por motu propio olvide la satisfacción de mi reino. Aunque desenvolverme en plenitud instigó la gran estafa de mí mente. Nunca esgrimió verdades y consecuencias.

Se obligo al sistema. A la destitución del Soberano. Al Amor, sin ley.