miércoles, 9 de octubre de 2013

Jugar al Mundo

Hubo un día en que el mar resplandecía, y yo me encontraba absorto.
Desinteresado porque lo mismo de las costumbres, donde antaño decían, que el conflicto del mundo pasaba por extrapolarse en química de contrariedades (mundo), posesionaba en dinero y recorría cualquier cosa que no fuera yo.


Y me imaginaba. Imaginaba el sacrificio del mar, enterrando esos brutos sentidos de época. Aunque sólo fuera por eso, aunque sólo fuera por ese amor de los malos. Incorruptible y siniestro. Y aunque no desvaneciera la vieja sensación de egoísmo y futilidad con la que crecen los hombres, en sus ideas, en sus prácticas. Pero soportan a Dios.

Y para prever, juzgar la certeza. Hablar, para quitartélo de las emociones del goce. Y olvidar. Olvidar entonces, que te amaba en mis ratos libres. Como los idealistas, que aman el bien y luego condicen con la superflua necesariedad del mundo. (virtual ficción del acontecimiento).

Y desgarrar. Con la impronta de las equivocaciones. Pensando lo mejor de los amantes e intuirme en la cordura, la felicidad. Soberbia cuando distingo el mundo.

Pero yo no tengo ese momento. La necesidad de clase para encajetarme con ideas inmortales, y suponer trascender los tiempos, expresando agravios y dando amor aunque no me arrepienta.

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