sábado, 12 de octubre de 2013

La Atmósfera de la Confrontación

Drogas. Estética existencial de la vida. Así comienza y declina gran parte de mis despojos. Y sí, si fuera por mis indicios de alma mater, los rodeos éticos que algunos intentan conmigo, son en vano, pensando que de lo particular a lo general, hubiéramos cambiado el mundo, de no existir apriorísticamente la muerte.

Pero mí mente se sabe sola. Inventa, distrae y elimina cualquier concepto.

Conserva las similitudes, en cuanto vanagloriarse de lo impropio del amor de uno, podría desacreditar y enemistar a cualquier voluntad. Pero eso es justamente lo que supone el invento del amor sin impurezas. La confrontación. El ego envuelto en propias territorialidades de las acciones.


Y aunque del sarcasmo se diga, que se conforma con elementos confluyentes de la serotonina, de la dopamina, y de tanta cosa existente, podrían llamarme exceso, pero nunca exceso que legitime la historia de la confrontación. 


Pero pensaba de las drogas. Pensaba lo border e inadecuado cuando confrontan los elementos de la mente:


Racionalidad e irracionalidad.


La eliminación de la sabiduría del cuerpo. La eliminación de la fe negativa. Su posteridad. 

La eliminación de las intuiciones con el principio supremo de cultivarse. La letalidad, creando manifestaciones con decisiones observablemente inadecuadas. Y siempre, por la prejuicialidad.

Correr la suposición de ideas desligadas de la elevación, que implican compartir tradiciones de mundo sin rastro ajeno y propio de la mortalidad alguna.

Y entonces el desconcierto. Tirar droga para mistificar al viviente. Sujeto angustia de la atmósfera.


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