miércoles, 23 de octubre de 2013

La Pasión de la Clase


Aún no logro propiciar la manera de recordarte. Aún no lo intento.
Un tedio legitimado en inhóspitas ideas de clase, me conjuran de amor y esas cuestiones. El funcionamiento del porque sí.

Pero una memoria del querer, supone el funcionamiento de varias virtudes.
Acosar mis instintos y reprimirlos, supone una lógica que es tarea casi necesaria de soportar el dolor del mundo.

Pero no por eso olvido de quererte trascendentalmente.
La naturaleza es idiota sí, en muchos sentidos, pero pretende de las costumbres, la razón digna de recordar el mundo funcionando armoniosamente. Y no, con el propósito de desvirtuar desigualdades y diferencias. El amor a destajo, munidamente. 

Lo abstracto, lo intocable. La perdición en el plus del goce.

El pensamiento de que el mundo, a pesar de que no estés conmigo, genera futuro aún en el ocaso de la guerra y sus contradicciones.

Pues la sola representación de amarte, inhibe en medida, el afecto de conducirme en esa imposibilidad de extinguirme. Eso significa que nos shokeamos escatológicamente.

Y llorar. Llorar porque fuiste mía y nada entiendo. Y cuando el amor es serio, podría maltratar a mí afecto. 

Importando egoísmo, avaricia y, cuando fuera obvio, importando mente ventajosa cuando los malos dicen ser buenos.

Un siglo de los revolucionarios entra en decadencia. Y yo quisiera memorizar, esos elementos que confluyen según el enfoque gozado y enraizado.

Y esto supone tendencia. Tendencia de la arbitrariedad y otros supuestos. Idea humana de cuando sucumbimos al deseo. De cuando perdonamos la instancia y los requerimientos, más nunca lo divino.

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