jueves, 27 de febrero de 2014

De las apreciaciones intempestivas en la muerte

Ahora entiendo porque consideraste alejarte de mis implicancias pasionales. De la zozobra que te producía el celo superfluo en el temperamento inquietante de algunos déspotas.

Pero esto es en cierto sentido, historia pasada de la conmiseración humana.

Donde unos y otros se envalentonan por acaparar la razón absoluta de la verdad. Razón construida en los modos inquietantes del infortunio social.
Del descrédito entonces, por los valores correctos de la vida.

Pero es poca cosa quererte sin haberte conocido. Suponiendo la lujuria abstracta de cualquier acción de lucifer. Para entonces derramaría sofismas, implicando algún hermoso dicho de los modelos de referencia.

Y conviene decir que esto es una apreciación insensata y débil, frente a los acontecimientos que sugieren mayor cataclismo ante la autenticidad del mundo. Por eso: es una rareza, Dios con vírgenes para acompañar el tiempo.

Porque el mundo no cambia por melancolía de los recuerdos acéfalos, donde la imposición del desorden, implicaría la sustitución de la angustia por la bravura del aura, en territorios ofrecidos al corazón de la felicidad.

Una felicidad díscola, superpuesta a las interpretaciones de la constitución del pensamiento. Porque no existe la sincronización presente del tiempo sin amor, sin deseo. Sin lenguas permisivas que den cuenta de las diferencias.

Donde amarse sin falsedad sea intempestivo del habla. Que cuando los miedos nos arrastren, las aguas vengan hacia el resto. Hacia el amor escondido. La muerte entendida por el sacrificio del mundo. 

domingo, 23 de febrero de 2014

Otro era el que te amaba

Así estábamos, mientras el mundo despotricaba contra nosotros. Mientras los necesarios del sistema elucubraban la fantasía de amarnos para siempre. 

Dando mentiras, para mantenernos en pie. Ocultando los escalofríos de la verdad, de decir intenciones honestas, pero que huelen a turbias calamidades de los distintos mundos. 

Pero nada me apena tanto de saberte lejos de mí. Perjuicio del amor, que destila ironías por el porvenir. 

Pero tengo que reconocer que era otro el que te amaba verdaderamente. El que derramaba luz, queriendo nada, a costa de la unidad corporal.

Y entonces esto implicaba llorarte para mis adentros. De saberte amante y con poco silencio para el resto.

lunes, 17 de febrero de 2014

Del Sedentarismo y la presunción de causa

Esto debería interesarles sólo a aquéllos que despotrican contra el presunto accionar delictivo del amor.

Entiéndase, de la individualidad para el aislamiento, del egoísmo, y los discursos efectivistas para deshonrar al que te quiere bien.

Graves consideraciones que fluctúan a modo de intentos pre-reflexivos, sin sustento de la realidad. Pero accionan. Accionan normatividades y accionan deslumbramientos del porque sí.

Pero debería existir algún sentido entonces, del principio del amor. De un amor noble y sin resquemores con la posible fidelidad del reino de la naturaleza. 

Pero auguro que eso es demasiado. Acaso perforarme las ilusiones obtusas de amarte sin contratiempos, de poseerte sin naufragar por los propios celos de lo ajeno. Porque cuando un amor crece, también la desconsideración se eleva en la mente, haciendo de lo salvaje lo más extasiado del alma.

Entonces a veces, en los relámpagos de los movimientos unders, se arguye lo sensato de presumir lealtades a la intuición del amor por la autenticidad. Pero no con la astucia concomitante que despliega verdades para algunos y mentiras para otros. Como decir, abjurar que esto es demasiado. Presunción esplendorosa en contra del amor.

martes, 11 de febrero de 2014

Los Fierros y el dilema de la mente

En estos momentos de ironía, donde la crisis de mentalidades ofrece el sentido impropio, a la impavidez monstruosa de aniquilarnos mutuamente, te pido la poca sensación de pasión por aquellos del altruismo. Porque considerarte conmigo implica la consideración benevolente hacia el resto.

Y esta es una idea que surge de la confianza. Y no de un intelectualismo con fierros, que piensan de la melancolía y la mente, violencia para legitimar bondades. Bondades otorgadas prima facie, para acaparar corazones sangrando de necesidad.

La confianza es, en todo caso, para una melancolía correcta de aquellas viscisitudes que nos otorga la felicidad. Pero por lo pronto no somos felices. somos ingenuos, ignorantes y altamente capacitados para denostar a la felicidad sin divisiones de clase.

Como cuando los amores se demandan no amarse verdaderamente sino por intereses prácticos de la vida y alguna muerte.

Entonces nunca los ángeles acompañarían a mi mundo. Encerrado de placeres intuitivos e ideas desiderativas para una propia felicidad, pensada a conveniencia. Porque la bondad de piel, se intuye a consideración de las futuras felicidades. 

Pero falta. Falta amor sin rencor y la obtención de solucionar a lo ingrato. Para que puedas suspirar del amor. Del amor auténtico y otras mentes. 

viernes, 7 de febrero de 2014

Los interesados por hedonizar la lluvia

Humildemente la lluvia siempre gusto en cualquiera de aquellas latitudes donde pudo desencadenarse.

Y esto no omite al sucedáneo del tiempo y otras implicancias certeras, que hacen del destino de la lluvia, la sólida posibilidad de aparecer y desaparecer. 

¿Pero la lluvia acaso podría castigarnos? Supongo que existe una imposibilidad social de respetar a los climas y una imposibilidad natural de entendernos cuando naufragamos en las tormentas.

¿Pero cabría entonces, razones foráneas para amarnos en la lluvia?

Un interlocutor verdadero nunca creería que la inmensidad de las lluvia sea solo sofocarnos de nuestra arrogancia y adentrarnos para la espera de la magnitud del sol. 

Porque un interlocutor verdadero acaso logra aprender a nadar en la lluvia y superar el obstáculo. Y no sólo  limitarse por esas cosas de la vida, a pedir clemencia a dios, cuando la humanidad entera honra y sabe, que dios ha muerto. Estas son las apariciones de la lluvia.

martes, 4 de febrero de 2014

La Alcancía Derogada

No necesariamente debería nombrarte para estipular conceptos correctos acerca de la importancia de resarcir ideas morales, en cuanto la intromisión de individuos en cualquier esfera de mi vida.


Eso supone amor verdadero para las propias posiciones tenidas frente al mundo. No esas pasiones de la generación, perimidas y obsoletas.

Y nada del hartazgo reciente por otras importantes ideas morales, inocuas, que nada dicen a propósito de la guerra contaminada.


Sólo consideraciones vertidas a las variables de los niños económicos y sin plataforma aplicable al resto.


Por eso concuerdo emociones sustantivas con la sociedad que impone valores críticos del deseo.

Porque no me enaltece, confrontaciones vacías de contenido. Donde mañana se arrastran por un supuesto amor verdadero, y luego lo dejan, acaso para otro supuesto y equisdistante amor verdadero.


Esa es, la liquidez moral del resto. Componenda y similitud.
Ardid de los chicos pulenta.