lunes, 7 de abril de 2014

La Ciencia de la Conflictividad

Yo no me olvidé la ciencia para crearte obstáculos en los perjuicios de tu vida criminal y de la falsa. 

Siempre preferí los conflictos no por motivos meramente de salvajismos, o de artimañas enseñadas por los desatinos del crimen. Preferí los conflictos para observar tu ignorancia, tus déficits.  Tu falta real de conocimiento en la entrega por la paz. Y no de hipocresía por querer otro mundo y no realizar algo de nada.


Y acaso nunca pudimos amarnos de verdad. Pero el conflicto de tu subjetividad siempre me invita a olvidarte. A distanciarme, pero aún, a proponerte la solución correcta, la adecuada.


Yo, por tanto, nunca me olvide de las suposiciones de la ciencia. Una ciencia inventada por el amiguismo de las tensiones, por los caminos tenebrosos, y a veces, por el conocimiento difuso del a priori.


Pero es que yo, con lo falso del mundo, te disparaba amor. Nunca resuelto, pero te disparaba amor. Incluso con la gravedad de los terceros que cuchicheaban de contra. 


Un obvio mundo, pero la ciencia no es ciencia por motivos resultantes del azar. Ama la naturaleza, y sus correspondientes despliegues de virtudes. Pero no porque luzca el tecnicismo en el intervalo mismo de algunas de sus consideraciones.


Y luego, nunca voy a olvidar que intentabas levantar mi amor con falsedad. Y que luego obligabas a los dueños de la ciencia, a la indignidad permanente.


Nunca voy a decir eso. Ni que me aparezca de espectro en el acto de creaciones sexuales sin goce, sin amor. Es banal, intuitivamente banal, hablar de dios y luego guerrear en su nombre. 

No hay comentarios: