No buscaba entonces, un mundo desterritorializado de abandono y sincretismo de conducta salvaje. Buscaba nada más que una gotas de alimentación. Y estaba plenamente acostumbrado a la dominación de la técnica con la física.
Aunque era irrenunciable. La demostración de desinterés que existía en las condiciones básicas de aprendizaje eran, entre razón y ficción, absorbentes para cualquier cultura de la introspección.
Y había que saber. Dinero y metafísica con el turismo de la deportación. Altas creces con la analogía foránea.
Pero desairado de la propia infidelidad, y sin ánimo de pertenecer a los auténticos amores de clase, nunca te diría que dios existe y que enaltece la secuencia cardíaca del mundo. Más que nada, porque sedimenta las variables de los tercos y lúgubres cuantificadores de la histeria con la realidad.
Acaso nunca; se ríen, cuando desconocen la yapa de los méndigos: articulando lenguaje y desaire por la duda.
Es un duelo. Milonga y el posdatismo de la crucifixión.
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