lunes, 30 de junio de 2014

Humildad deshabitada

Tarde para darme cuenta de la ponzoña de la gente. Tarde, e incluso insulso con la inquisición de los esclavos. Pero no pretendía más que una felicidad tierna con las tradiciones benévolas y algo de la pasión ardiente. Y eso en la modernidad, era misericordia que detestaba el mal. 

Y había algo que me intuía desaparición del amor. Descrédito. Pujanza entre los ladrones y los que arbitran las reglas. 


Pero nunca antes se quería la gente porque sí. Esta era la premonición más baja de los informantes. Hobby de los que simulan amor. Asimilación y verdad. 


La leyes del yo, cuando psicopatean la disputa del poder terrenal y nada más. Nada más porque yo no lo percibo al amor, como el crujido de los dientes morales. Es exacto. Suerte y una revolución volteada.

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