martes, 23 de diciembre de 2014

Lei-la

Yo estaba en otra dimensión. Pensando de la felicidad ofrecida a mi mismo y de las elucubraciones que nunca vacilare. Pero quería verte. Si existía una princesa crecida con ausencia de su padre y el remordimiento de su madre, eras vos.

Increíble. Me dicen de tu notable antipatía con Dios. Como si dios tuviera la culpa de una angustia incorregible. Algo habrá sucedido. La crianza de tu madre merece el mayor de mis respetos. Y habría que verlo, a los jóvenes que enamoraste cuando les diste el motivo de su ebullición. Sin quererlo, tu madre puso el corazón necesario y la templanza de madurarte en la vida.


Dulce niña malcriada, sí hubiera una guerra de galaxias, yo estaría contigo sin ninguna duda.  Aunque es blasfemo retrotraerme en el tiempo y no poder respetar siquiera, la idea de la voluntad destinada a la ausencia.


Era tu nombre. Era tu nombre el que me enamoraba. Ahora el cuerpo me llora otra cosa. No sé sí melancolía, o consideraciones que hacen de la existencia algo tan básico como indemne. Pero quería verte. El mundo tenía los símbolos que te hipnotizan con el pensamiento. Casi sin amor. Desterrado de la sincronización perfecta. A la vida propia.


Lei-la.

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