Sofía me dijo que era obvio que el presidente la quería. Estaba tan antojado de enamorarla que se murió. Nunca más lo vio. Su dinero y su congoja quedaron para otro mundo.
Al paso inevitable de los años, ella soñaba e imaginaba un don de su inteligencia para volver a unirse.
A él, y a los motivos que la enamoraron. Era el azar de los pueblos que la dejaban lejos de interpretar su mirada carnal y mujeriega de los instintos.
Huyó. Huyó de la barricada para dedicarse a la paz. Sofía lo deseaba pero dejaba de existir cuando lo pensaba.
Lo merecía. Nunca más lo vio. Se secundo al padre y ahí se desplegó. Pensando que Dios existe y la va a inmortalizar.
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