domingo, 11 de enero de 2015

Hindia ( juicio de los dioses)

Que sabe ese amigo de esos ricos escondidos en el mar. Que usan pasamontañas y nada quieren de este sol. Nunca se lo dije, pero era maleducado al no aceptar a Dios en su alma voladora de enemigos.

Y yo lo quería posta. Tanta mina tirada a la marchanta, que nunca se pudo enamorar de verdad. Un amigo de bajos valores. Sin idea de la honestidad y del febril cambio de humor de las mujercitas. Por eso me preocupaba su parecer, y su total incomprensión del funcionamiento del mundo. Otras veces era él, qué me endilgaba la ignorancia de las distintas consideraciones del amor erróneo. 


No importaba. Ninguna geografía podía hacerme cambiar de opinión. Ahora jura amor real y abstracto por aquellas niñas que deben obedecer las reglas antes de que terminen prejuzgadas por señores plebeyos de alguna sociedad oculta (sin caso fortuito). Pero no tenía nada. Se observó los océanos desde el avión del exilio y murió en el deseo de las lujuriosas.


Y su amor auténtico no poseía imagen de la realidad. Dios mío.


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