Siempre peleando con el pendejo. La Cia ya me tenía las pelotas llenas. Encima les creían. Traían datos de los más plausibles y considerados para justificar sus actos de intromisiones al resto.
No le tenían envidia ni nada. Solo su maldad embravecida.
Su madre envejeció muchísimo por renegar de la incultura y la ignorancia de las huestes en la dogmatización del saber.
Tenían celos. Eran muy seguros en sus acciones de dilucidar a Dios, pero tenían celos de que los otros fueran felices sin la necesidad de roles tan fidedignos como el del padre y el de la madre. No había manera.
Cogían el corazón y se iban.
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