Mi querido príncipe de los ignorantes, yo te amaba. Te amaba tanto que confundía mi mente con supersticiones del más allá. Te necesitaba y te amaba.
Era una consideración sin tapujos. Me observaba y quería amarte. Y era eso lo qué contradecía la ignorancia de mi cuerpo sin ser. Eras mi príncipe. Un príncipe soñado en cualquier parte del universo y no podía premeditarmelo. Mi dios. Una filosofía de mi mente. Escondido y oculto en la parte más oscura de mi existencia. Mi querido príncipe. Te amaría entonces de saberte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario