Decodificado. Recordaba esos instantes donde desmerecía a mis padres por haberme colocado el nombre que en definitiva me haría existir, incólume frente a esta cotidianidad deshonesta. No era gratificante entonces decirte que te amaba y que igual, no lograrías desembarazarte de tu vida anacrónica.
Dios estaba en mi mente, virgen. Casi quebrado en el antojo de miserabilidad de algunos poseedores de su Numerus clausus. Y había que vérselas con el don de los religiosos.
Prontamente, negaban ese explayarse del amor finito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario