jueves, 5 de noviembre de 2015

La Droga Del Buda (acerca de dios, el budhhismo y la sophia)

Y me arremetías otra vez, con eso de que me cabía qué era el cielo y que hacía los designios de un abstracto todopoderoso. No me interesaba. Podía sincronizar conmigo mismo el infinito inexistente y al amor bienaventurado de las latitudes lejanas. Per se, aquello que me informaba la mente.

Ninguna entonces de las consideraciones berretas sobre la plausibilidad de la carne iban a desentrañar mi dolor por el bosque.

Es como sí tuviera gran parte de mí ser tapado y nunca comprendiera que hice mal en está vida. (Ebullición de gases lacrimógenos).

Amaba en mi carencia de afecto a quién guiaba y cultivaba mi sentido del mundo. Pero nunca antes, menos aún cuando despotricabas tercamente y obvio, peyorativamente, qué me cabía que era el cielo, sentí la exterioridad de la ignorancia de los muertos.

Era un sueño. Pero no quería venir de nuevo a esclarecerte las frivolidades que cometiste con tal de afianzarte en sistemas de vida que no tenían verdaderamente intenciones de desentrañar los tabúes, que no nos hacían bien.

Sin droga no podía quererte. Tus cualidades no eran particularmente las mías.

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