Tenía poco para ofrecerte verdaderamente. Y la ilusión siempre nos lástima si no sabemos re-orientarla de manera correcta. Acaso abrir las piernas para que sepas del antojo, no era algo propicio de los hombres de
letras.
Yo supe que vos tenías una vida dura, áspera. Pero no me entristecía los relatos de un Dios resucitado y esas cosas que murmura la gente.
Necesitaba demostrarte que los sentimientos son propios de la envergadura del clímax. Eso es poco, pero se que es todo.
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