sábado, 12 de abril de 2014

Mano dura y autenticación

Era el tiempo lo que me permitía doblegar a mis manos, mientras consideraba del yerro. Del propio yerro de no haberte visto más. Una idea banal, perfectamente desconsiderada. Pero evidente a los rayos de mis recuerdos ingenuos.

Era casi virgen cuando nos conocimos. Y nada del profundo conocimiento de las ideas de amor tenia. Me limitaba sólo a la realización de la teatralidad. Y acaso, de la elucubración de las significaciones. 


Porque elucubrar de las sinagogas, y de aquellas obviedades pueriles de los mundos, lo que los imberbes denominaban; el arrastre del dominio ingenuo, también forma parte de la histeria de las sociedades ocultas y desaprensivas.

Pero tenia amantes. Tenia amantes y conformaba para ellos, el colmo de sus preferidos. Aunque en rigor, algo de la pura conveniencia . Y no por eso, las sociedades debían reírse de su esplendor. Olvidándose de las represalias genuinas. Emociones intensas no deseadas, perversión. Estado de eyecto. Miserabilidad humana.


Y tuve que luchar por la autenticación. De la ilusión por la verdad. Aunque no creía. Porque acaso los inventos adictivos nos fueron carcomiendo al espíritu. Y a tal modo, nunca sincronicé la moral autista. Morí y me territorialize en el mar.


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