Embobado por la frivolidad, no entendía al corazón de mi amada. Tuve que navegar al temple del océano ruín, para desacreditarme de tal embobez y elucubrar de manera consciente y armoniosa.
Es que, yo no era amante de su cuerpo para solo adularle su mente y falsear de escalofríos, ante el placer y su re-significación.
Eras mía, en el momento de la inteligencia bella, sin diferenciaciones.
Sin pensar de Dios, y esas cosas que inventan los vientos.
Pero no. Embobado y sin el corazón de mi amada.
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