lunes, 12 de octubre de 2015

Los Machos Que Rabian De Amor

Yo lo sabía. El comandante se había engañado solo. No teníamos ni siquiera segundos para hacerle saber de la ignorancia de sus actos. Su amor, su terrible amor estaba infiltrado por pequeñas mujerzuelas que denotaban el vértigo de inspirarse en una clase sin supuesto destino.

Yo no iba a ser el único entonces, despreciado por ese juego de dominación y perversidad para determinados fines de negociación.


Ellos sí. Se amaban y querían decirse entre gestos y complicidades que sabían más. Sabían más de revoluciones, de traiciones y de dios.


Qué cosa calma. Sabían más. No iba a deleitarnos ni enjuiciarlos por motivos abstractos que denote oscurantismo de amor pos-oculto.


Comandante de las supersticiones.

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