Me hacia el desatendido pero era indignante que nunca pudieras persuadirte de tomarme en serio. Acaso la seriedad, no era el elemento que a priori creyerás que formara parte de mis pasiones.
Me hubieras visto, en otras vidas pasadas enfrentando imperios incesantes de codicia y bienestar para pocos. Pero el amor de mi imaginación capaz sea el motivo que te invada de no creerme.
Y fluctuaba el alarde del sexo para investigar a Dios. Que idea tonta. Yo me enojaba y viralizaba virtudes de la festividad y el enlace con los criterios avant garde que no me decían nada.
Sólo el snobismo de la croqueta. De cómo era eso de encajetarse con ideales superfluos y sin altivez. Lujo. Una vez te vi soñando profundidades y esperando verdades absolutas que ni la palabra carne sabe de mí.
Pero era serio. Serio era el amor de los hermanos escondidos (de) la basura. Pero ya no te tenia. Dios mío. Que el amor se apiade de mí.
(Versículo 18. Cap 11).
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