martes, 9 de diciembre de 2014

El Moscovita Del Dinero Drapeado

Ahora te tenía que decir todo lo que sentía dentro de mi corazón. Un huracán de ingenuidades que nada tenían que ver conmigo. Tenías tu creencia por Dios, pero nunca se te ocurría mentir para olvidarte de su creencia y llevarla a la práctica por vos mismo. Y venías con el aire de las doncellas pidiendo perdón y ofreciendo besarme la cicatriz del amor.

Tal cuál, cuando ya aprendí de los teoremas que bifurcan las inteligencias de las necesidades del ego. 

Y yo nunca seré tuyo a sapiencia de los que comen vidrio, pero se regocijan en la constelación de las marías. Es una idea maldita, pero creo en el amor de la carne.

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