Otrora la luna era un invento para magnetizar mí corazón del esclavo. Y el efecto era fulminante para mis pies.
Cansado y sin dolor oculto del alma, te engañe la mano para deleitarte de los deseos críticos y permisivos del mundo.
Aparte, ahora los soleados miden sus fuerzas con los contrarios que nunca dejan de vanagloriarme. Aman la noche y las nupcias de las embarcaciones gigantes.
Y que importa. Esto era poesía sostenida de algún llanto.
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