sábado, 30 de junio de 2012

Credibilidad de parte

Creer que en la vigilia vendra la paz. Estipularlo bajo conocimiento supremo.
Creer que en un número específico de tiempo cambiaremos y seremos cubiertos de bondad y felicidad. Creer. Y nos comunicaremos con los criterios propios de un mundo nuevo.

Creer. Y a esta altura de ideas circunstanciales, conocidas y practicadas hasta el hartazgo, generalmente lo que hago es creérmela. Creérmela que soy parte de las buenas personas, que practican el bien y se resoplan con la ética del buen vivir. Creer. Y cómo si fuera poco, agudizo que mañana sera el fin, preparo desconocerme mundialmente y en las audiencias de creer, abdico.

Creer, sucede. Y es que creer tiene un altísimo componente con proyectarme como existente en esta vida. y no son pocos los qué sin este argumento, simplemente no vivirían. Ni siquiera amenizarían su voz. Creer. Y secundariamente o enlazado a estas cuestiones, se encuentra el fuego perimido de tú bondad, o las arterias de sustento en las cuáles nos demostramos felices.

Creemos. Gravemente creemos en lo que nos informan a diario o lo qué, en un cúmulo de producciones mentales, nuestra mente dispersa se inclina a rastrearnos como alaridos de, a veces, supuestos indicadores de verdad. Creer. Y nos dicen que no construimos creencias. Que con el olor de lo nuevo, dispensamos cruentas ideas, terroristas de subliminales mundos nuevos, que a diestra y siniestra socavan anclarse y menos mapearse en aras de conjugar verdad, creencia, y esas otras tantas cosas que interesan, en son de articular cierto grado de objetividad. Creer. 


En cuanto a lo que mí cuenta, no creo ser parte externa en éste barco de escépticos que sí creen lo que ellos quieren creer. ¿ Eso esta bien no?, si el mundo ramifica la felicidad de consumirse, yo, ya quiero la parte que a mí me corresponde. Tenia un mar pero discrepo de sus colores, quisiera otro, más calmo, donde la credibilidad de mis verdades, tarde en agrietarse.

Hoy en día creo en la paz, pero ni se donde estará. Creer. Hoy en día, sí por las noches me encuentras, sabrás de mí, tan altivo que ya ni creo en nada. Creer. Pero si siempre los educamos creyendo, y en esos pastos disciplinadores, nunca cayó un rayo de asombro que permitiera dudar de ser únicos, eternos, inmóviles en la movilidad reinante, y no tengo gana de decirlo.

Creer. Y así como otros se permiten el refriegue de armas letales, nombrando o dando artilugio a sabe quién, cosa abstracta que no existe, yo, con algunos de mí letanía, desarrollare otros mundos, paralelos, gozosos de nada, sucumbiendo a las teletransportaciones, argumentando con los depuradores eólicos, que nada dicen sin energía y que nos permitan seguir viviendo. Pero no entiendo entonces de la creencia, ¿para qué paz?.
¿Eso nos permitiría volar?.
                      
                              De los intereses, de los intereses de creer.

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