miércoles, 27 de noviembre de 2013

Chaparrón de las Cándidas

Nunca tuve el valor de los obligados para hablarte. No lo tuve. Y menos aún, cuando estuvimos en el enfrentamiento armado. Previa discusión de los rencorosos y los que estudian de los vaivenes culturales.

Pero es, tremendamente inútil tratar de explicarte porque algunos se quieren facilmente y otros, por lo inoportuno del mapa emocional que tenemos, se dejan y odian por la existencia.

Esto es lo que quería decirte cuando reflexionabas de mí, pensando que el yo de mi mundo, sólo era soberbia y mandato adictivo para que muchos, en su ideal de representación adquirida, lloren al cielo y luego menosprecien por lo bajo, las arduas aplicaciones de los vientos contrarios. 

Esos insensibles, que determinan la influencia del amor intuitivo. 

Y entonces, estas cuestiones terminan rompiendo de tu candidez. El punto de partida de no haberte enamorado nunca.

Ni por intencionalidad, ni por necesariedad, ni por ninguna idea que exprese justificaciones del tipo; precisos enamoramientos. Incluso el de la conveniencia. Donde conveniencia supone, intereses particulares para adiestrarnos del amor. 


Sustancia que brega hacia la similitud de la ciencia. Slowly. Acciones abstractas que intentan ser inocuas para el cuerpo rocoso de los sujetos amantes. Algoritmo y posteridad.

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