sábado, 5 de enero de 2013

De los Violentos y sus Justificaciones

Ya no sé si lo que me decís es de verdad o de mentira. Algo de la fiabilidad de tus palabras se ha perdido.

No logro discernir porque el mínimo prejuicio que borraste lo llevas hacia el mal o lo enalteces. Y esas cosas te crucifican. Aquí o allá pero te crucifican. De todas maneras, siempre alardeaste que la bondad irresuelta no era a título de la gratuidad.

Pero el colmo es que no importa. Sí con la confianza propia en el porvenir ya nos alcanza. Nunca viviremos la mentalidad de ser verdad.

Nunca, maldiciéndome en la oscuridad, necesitare de la idea de creencia y menos que algún día, de manera abstracta o corpórea venga el creador y me perdone.

Asfixia que para amarse halla que desvainar mentiras sin escrúpulo. Concordancia en la vida y sus misterios. Ni siquiera lo tengo en mí lenguaje. 

Eso permite el alimento para el ego. Reflexionarme a las ultranzas de que no hay otro amor que el humano. 

Que la misericordia de los justos es relato destinable hacia los pobres, los que tienen hambre y no beben. Los que suponen que el milagro les deparará el bien. Pero ni saben de la letanía de inmolarse.

Y a esos que son intrépidos, que navegan con ventura al agua que surgió en inocencia. LLorarán verdad. Justicia y la iluminación.

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