Siempre me hablabas de la teoría del injusto. Del hecho injusto y de la particularidad del ambiente inhóspito.
Pero no ponías decisión para cambiar las raíces del asediado flujo caníbal.
Y el injusto en el mundo, en el adrede de la dominación corporal, era influenciado por agnósticos de la benevolencia. Propia reyerta, pero daba las razones para legitimarte por lo bajo.
Y la calumnia es doble para un corazón insolente aunque no tenga sentido de elucubración real. Francamente soy sesgado, a la intromisión de una intimidad que rara vez, sea vertiginosa como culpable de acusación de desaire.
Por eso, por motivos desconsiderados de mi vida, fui negado. Confabulado y agrandado en externas historias. Sable de las profundas.
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