viernes, 7 de febrero de 2014

Los interesados por hedonizar la lluvia

Humildemente la lluvia siempre gusto en cualquiera de aquellas latitudes donde pudo desencadenarse.

Y esto no omite al sucedáneo del tiempo y otras implicancias certeras, que hacen del destino de la lluvia, la sólida posibilidad de aparecer y desaparecer. 

¿Pero la lluvia acaso podría castigarnos? Supongo que existe una imposibilidad social de respetar a los climas y una imposibilidad natural de entendernos cuando naufragamos en las tormentas.

¿Pero cabría entonces, razones foráneas para amarnos en la lluvia?

Un interlocutor verdadero nunca creería que la inmensidad de las lluvia sea solo sofocarnos de nuestra arrogancia y adentrarnos para la espera de la magnitud del sol. 

Porque un interlocutor verdadero acaso logra aprender a nadar en la lluvia y superar el obstáculo. Y no sólo  limitarse por esas cosas de la vida, a pedir clemencia a dios, cuando la humanidad entera honra y sabe, que dios ha muerto. Estas son las apariciones de la lluvia.

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