Yo tengo la culpa entonces de toda la consideración arbitraria. Arbitraria, desde donde se la mire. Porque impone las cínicas reglas a quien se ama de verdad.
Reglas desmotivadas y sin fundamentación armoniosa con el resto. Esto arguye, especie de individualismo que desprecia los contextos de flexibilidad y dinámica del juego. (metejonearse sin autenticidad)
Cómo arguir, capricho de la codicia y pedir perforar, cualquier elemento que enaltezca los gestos de nobleza.
Yo tengo la culpa entonces, de la maldad del mundo y sus justificaciones de que lo real sobrepasa lo ficticio de lo bueno.
Donde se piensa sin escrúpulos, ver llorar a las niñas de manera casi ontológica. Pero que nunca funcionaría como el anacronismo de la realidad. Ergo, aparentar ser un factor desequilibrante, no condicionaría la maldad.
Y entonces también tendría culpa por inventarme tales barbaridades. Motivaciones y desaparensión de la idea de superación. Calidez humana, no sujeto humano.
No quería demostrarte afecto porque no podría con mi genio. Un genio de alma y gracia que no tendría rencores para amarte.
Pero acaso no somos iguales. Es una obviedad porque detentamos orgullo y nos adulamos fácilmente.
Es que alguien invento la culpa. Y peleamos por derrocar su impunidad. La impunidad de tener culpa y no hacer nada por la semejanza de los siglos.
Ética sin felicidad.
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