lunes, 8 de septiembre de 2014

Los Matambritos

No tenía ni una ontología posible y recuperable cuando me conociste. Y sin embargo nos derrapábamos de lujuria corporal meditativa. Y tenían droga, entre los ancestros del bien ético y deidades de lo misterioso. Aunque no eran tus ojos los que observaban tamaña elucubración de vaguedades perennes. Tanta tristeza, que capaz sucumbías ante mi por un dolor incomprendido. Incomprendido y generalizado.

Pero al cabo de algunos años languidecías los axiomas virginales de cualquier metamorfosis necesaria. En una sociedad, sin clase para el respeto. Vista al vacío y viaje indirecto para el abismo. Sin considerar de la información filtrada y soñada para ejercer el terror de los especialistas. 


Para colmo, adrede te vestía de luto, para que supieras de la incultura de mortificarse en la tierra. Donde se domina la sincronización del espectador, mente y a posteriori, se pondera los resultados deseados de un amor inauténtico.


Pero te amé. Sospechosamente te amé pensando que era lo correcto, sin deducir pruritos de un entorno resplandeciente y acaudalado. Emblema de una moral determinada. 


Y nos fuimos del tiempo y la ingratitud se hizo carne. De manera real por lengua oscura, no quise seducirte por inspiración de dios. Tu alma sugiere cosas que yo no sé. Verdad. Matambre para pájaros destrozados.


No hay comentarios: