Y era una consideración de templanza, necesaria para esos momentos de alarde emocional intempestivo. Cuando de repente, sucumbía al grueso vestigio de los transgresores ( deshielo- desaire).
E era irreal, el amor de los pájaros que se escondían de entre las mesetas esperando la lluvia suculenta y sin yapa. Donde el resplandor agreste del meteoro, nacía para encauzarse en el veredicto.
Y sólo un mapa mostraba la sacralidad del ermitaño.
Nadar con las nubes, podría conmoverse a posteriori de nuestro espíritu.
Premonición inevitable de cualquier interpretación.
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