Cielito y neurociencia. Era todo lo que tenías que saber. Entre tanta costumbre metafísica, olvidabas que habías nacido para desterrar al planeta. Circunstanciales y causas. No lo sabemos. Efecto dominó y una altiva mina para creerme cándido y estudioso de las ciegas.
Mientras todos se dopaban con el rascacielo, yo, hiper tentado con tus piernas le escribía a Dios que deje de hacer justificaciones en el calibre del amor perdido. Y eso era bueno. Ciencia y plasticidad de la matemática.
Pero entonces una niña hermosa e introvertida, decía de los oranguntanes bajo el sol químico creado a usanza de lo artificial. Ni un dato mudo escondía la elucubración de esa bomba.
Atento y (a) parecer.
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