Tenía un propósito beligerante pero no lo pude mistificar. Entonces era yerro hacerse el agrandado cuando todo era adrede y no importaba que vengan los jueces, a dictaminar alusiones públicas sin saber realmente del sentido, en cuanto los rumores decían.
Te quería tanto tu novia que creo interpretaste pésimamente la idea de la menage a trois. Es cierto que la pobreza material puede llevarnos en la vida a actuar descaradamente e incluso, vilipendiar los derechos de terceros y amadas vinculaciones. Pero enamorar a tu novia, ni que Dios me lo mande.
Tanta sacralidad obtusa y sin mérito no correspondería. Ese es el leit motiv de tus consideraciones erróneas a una amistad de lujo.
Al final, la vida en cierta manera, nos enseño a cada uno de nosotros más y más de la verdad denostada.
Pero no tenías ni porque desconfiar. Ni de mis actos, ni de mis hechos. Y aunque tengas la misma filosofía de vida, Dios tiene virtudes que ni siquiera imaginamos.
Es cierto que al mismo tiempo somos comunes y que tener un desaire emocional incluso por motivos de infidelidades programadas, no nos sienta bien. Permite jurarnos amor eterno e incumplirlo.
Era verguenza entonces lo que tenías guardado en el corazón. Y siempre me lo negaste. Lo negaste, y yo nunca te engañe con alusiones al verbo y esas cosas de la frivolidad permanente. Con otro dicho. Con otra elucubración sin respuesta.
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