No sabía que se te imponían los celos por aquellos que te gobiernan. Por aquellos incluso, que ejercen la inteligencia con el mandato desapercibido.
Y te veía feliz con los hombres que lamían tu cuerpo, a expensas del desgaste emocional e introductorio del mundo. Pero era ingenuo la idea de una aldea autosatisfactoria. Ingenuo y terriblemente autoritario con la razones de la benevolencia.
Es juzgar entonces, situaciones tan disímiles como contrarias al bien de la oportunidad. Pero había aura para desactivar la blasfemia. Androide y quid de la superación.
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