No nos hablamos. Hace rato que no nos hablamos. Fútil es hablarle a alguien que ni siquiera tiene agallas de mirarme a la cara. Pero ya va a dejar de penetrarme el corazón. Posibilidad matemática y celosa aún de la pétrea naturaleza, que exista guerra y no pueda dilucidarla.
Pero al menos tendría que expresarle la verdad. La verdad intuida desde mi extrañamiento. Nunca estuve enamorado de quién conoce más de mi, que yo mismo. Y eso es fuerte para considerarse en años de ojos cegados.
Cuando no se sabe de patrones de empecinamiento y lobos mordaces empinados a decirte lo que quiero. Trepar es lo que quiere siempre tu amante.
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