Yo no soy ese fidedigno, el que vendría a maltratarte por consideraciones abstractas o reales.
El que impondría lágrimas en tus labios por haberme defraudado o por haber intentado controlar a mí mente. A mi sociabilidad, a las virtudes que logran desplegarse de mis acciones.
Y entre tanta angustia material, de las tuyas y de las mías, no entiendo de la posibilidad del desenlace final.
De no quererte. De no amarte. De olvidarte y exteriorizar que todo es por culpa de la fragilidad del amor. Del hastío, de la falsedad. De la falta de confianza en los vínculos de la posteridad.
Acaso la culpa existencial del vacío. Dominar al mundo para dominar tu elucubración.
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