lunes, 11 de mayo de 2015

El que quedo cautivo porque no quería saber de la filosofía

Ella no sabía que la culpa de sus indecisiones la terminaba pagando su hijo.
Pelea tras pelea las ofensas generadas y agravios del daño por doquier, se lo endosaban al cuerpo y mente de su infinita existencia.

No importaba que no lo considerasen. Era tal el cegamiento de sus ojos, que vivía en plena oscuridad y no podía reflexionar sobre la voluntad y auténtica libertad de su hijo.

Los años corrieron y su hijo creció. Obtuvo conciencia de sí. Quería que su madre reflexionara y lograra despojarse de la ignorancia de mundo en la que se encontraban sometidos. Era una risa, porque su madre consideraba y confiaba en lo contrario.

Su atrevimiento de generar felicidad para algunos pocos no le alcanzó. Su hijo no se cautivaba por preguntas inconclusas y sin poder de síntesis. Amaba ese concepto aprendido, del amo y el esclavo. Para qué. (Restos virtuales de cierta ontología).

Para enseñar al mundo de la grandeza de Dios. Nunca sometido. Nunca encontrado. Perfecta clase y sin fantasía humana de su inmortalidad.


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