Ya te había aconsejado que necesariamente me saques de las redes. De todas formas engañaste a la idea del amor y te fuiste por las ramas.
Necesitaste al oráculo para vencerte en la promesa de dios. Pero que va, hay cosas que nunca tuve, y menos las voy a entender.
Te debo afecto cognitivo, ni lo dudes. Pero es tu reino el que molesta al resto. Y ahora creo que el mundo nació solo, sin necesidad de despertarme.
Entonces era yo, la parresía olvidada de ninguna virgen.
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