jueves, 4 de junio de 2015

De La Ley, De La Clase, Qué Ni Se Me Ocurre.

Entonces estaban todos premeditados cuando quisieron comunicar la consideración sin veracidad. Yo me deleitaba en sigur ros y le decía al pendejo que no nombrara a sus contemporáneos que tanto yerro habían tenido.

Y venía el mundo distante de los guerreros y esos que nunca piensan.
Había momentos de tremenda elucubración divina. Se querían como una sociedad sin conveniencia. Y amaban sí, a algunos destinatarios del futuro.

Yo estaba ahí, sin tiempo presente, pretendiendo de las generaciones antiguas que reconozcan la parábola de los peces multifacéticos.

No hubo suerte. Me volvía solitario y casi perfecto al bosque de mis deidades.

Pero no quería. No quería suponer que el azar era más listo que yo y engendraba más ideas conceptuales que mi propio Dios.

Lloré. Entretuve a la melancolía química y me desintegré.






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