domingo, 21 de junio de 2015

La chica que tenía confianza en la luz de sus ojos

Si ellos pudieran tener el mismo nivel de secreto y confidencialidad, todo sería distinto.

Pero se torna imposible tal pensamiento. Perdieron esa gracia de mantener a ultranza un secreto necesario para dilucidar sus economías. Y nos les importaba. Millones de pueblos ingratos ya lo habían perfeccionado.

Para colmo, era tonto hacerse el complejo para algo que no comprendía nadie. Pero eran así. A más murmuración de los idolatrados, el mundo se desvanecía a sus pies. 

Y les decían a los enamorados de la ciencia que con eso no les alcanzaba.
Qué había que intentar aunque sea, especie de complot contra las falsas identidades subvertidas en el corazón de los arrastrados. Prima facie.

No había caso. La sinceridad de mí parte, para mantener un secreto que sólo le convenía al amor era paupérrimo. Ego de Dios Padre, y algo de sus poderosos.

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